Historia de una existencia feliz
Sentada en aquel banco de madera, con 102 años a sus espaldas, reflexionaba sobre la vida. Había hecho todo con lo que algún día soñó: montar en bici a las tres de la madrugada, contemplar su tierra desde un globo aerostático y bañarse desnuda al amanecer. Fue hace siglos, apenas conservaba ese recuerdo. Pero sí, pensar en esos instantes todavía le producía un cosquilleo en el estómago. Como volver a pensar en aquel hombre con el que convivió. Que amó casi desde que tuvo uso de razón y que le acompañó durante toda una vida entera.
No temía irse, abandonar este mundo. Y sentada en aquel banco de madera esperaba su hora, con la seguridad de dejar atrás quien le recordaría y haría por conservar sus manías, pasarlas de generación en generación. Sabiendo, sobre todo, que había tenido una existencia feliz.
No temía irse, abandonar este mundo. Y sentada en aquel banco de madera esperaba su hora, con la seguridad de dejar atrás quien le recordaría y haría por conservar sus manías, pasarlas de generación en generación. Sabiendo, sobre todo, que había tenido una existencia feliz.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home