TRISTE HISTORIA QUE YO VÍ
Llegó. Acompañado. Pero no de la mano de nadie. Ni en su presencia. Más bien en esencia, en espíritu. Y en la distancia.
Aquella, que por motivos inconfesables, le guiaría hasta el adiós. Hasta el límite del dolor que puede sentir un corazón. Y entonces, la ciudad que antaño amó, esa que después le acogería, se convirtió en esperanza.
Sin embargo se sentía solo. Estancado en el vacío más absoluto. Porque pensaba que no valía la pena. Porque estaba ciego, sin quererlo. Porque alguien invisible, le arrastraba hacia atrás y él no se decidía a avanzar.
Entonces se paró a pensar. Y se arrepintió de todo el tiempo perdido que nunca volverá.
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